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viernes 26 de diciembre de 2008
Robert Wyatt - Rock bottom (1974)
Serie : Colaboraciones Mike Oldfield
http://www.freekmagazine.com / Autor: Salvador Catalán
Nació en Bristol en 1945 y fue educado dentro de un modelo de pensamiento progresista que lo aproximó al mundo del arte. Atraído por el jazz y por la poesía francesa, con Rimbaud en el epicentro, su primer grupo fue The Wilde Flowers, una banda formada en 1963 que , a la postre, constituiría el elemento seminal de lo que luego se bautizaría como Canterbury sound, y de los posteriores Soft Machine en particular.
En tal punto se sitúa el arranque de una crónica distintiva y brillante, extendida a lo largo de más de cuatro décadas y jalonada de hitos que subrayan el fascinante microcosmos de su autor. Nombres como Kevin Ayers, Hugh Hopper, David y Richard Sinclair o Pye Hasting desfilaron en uno u otro momento por las filas de Soft Machine, nombre tomado de un texto de William Burroughs. Fué la primera aventura continua de Robert Wyatt asentado en su papel de compositor y batería. Junto a ellos, entre 1966 y 1971, trazó los mejores episodios de la trayectoria del grupo y patentó su magistral y agridulce registro vocal, suscribiendo en sus tres primeros discos una valiosa colección de rock, jazz y psicodelia.
Cuando el grupo comenzó a enfilar una perspectiva más cercana al jazz-rock dominante, Wyatt fue despedido dirigiendo sus pasos hacia un desigual proyecto llamado, en venganza por la destitución, Matching Mole (traducción francesa de Soft Machine), con los que registraría un par de irregulares elepés. En ese momento, Wyatt ya había iniciado su carrera en solitario con "The End of An Ear" (1971), un debut complejo y libre en el que daba rienda suelta, aún sin pulir, a su profuso caudal compositor e interpretativo.
El 1 de junio de 1973, Wyatt asiste a una fiesta de cumpleaños en el piso de Lady June. "Vino, whisky, Southern Comfort, ventana, caída"; la descripción del propio Robert del accidente que lo condenó de por vida a una silla de ruedas es suficientemente explícita. Sustituyendo la batería por el teclado, el dolor provocado por su traumática situación y el propio deseo de autonomía y esperanza se canalizan entonces hacia esta pieza esencial llamada "Rock Bottom". El álbum destapa plenamente su visión ecléctica e irónica, onírica y real a la vez, clarividente, imprevisible y mágica, educada en las fuentes del jazz, la música latina, la africana o la asiática, atraída por las raíces y coronada por una arrebatadora voz usada como un instrumento más. Llevando los modelos del rock hacia estructuras impresionistas, aplicando una instrumentación amiga de las texturas y delineando una maravillosa trama de espacios y atmósferas como territorios naturales de expansión para sus ideas, el álbum supone una explosión de poesía e inventiva dotada de profunda densidad emocional que toma como base su sencillez expositiva y donde también tiene bastante que decir su compañera Alfreda Benge, quien se encarga de la portada e ilustraciones del álbum y en quien Wyatt se inspira a la hora de construir temas como "Alifib" o "Alifie". Viejos compañeros de aventuras de la línea de Richard Sinclair o Hugh Hopper, además de amigos como Fred Frith (Henry Cow), Mike Oldfield o un Nick Mason (Pink Floyd) que firma la producción, hacen eficaz piña con la intención de dar cuerpo y alma a esta obra maestra.
El compromiso social y político con los oprimidos, plasmado tanto su militancia en el Partido Comunista como en numerosos pronunciamientos contra la injusticia social y política, comienza a aflorar con decisión en estos años. Luego llegarían rotundos apoyos a la clase obrera, declaraciones contra el apartheid, ácidas críticas a la política neoliberal de la ultraconservadora Margaret Thatcher... Una postura personal que impregnaría el ámbito artístico de Wyatt a través de títulos y textos de posteriores entregas, en algunos casos injustamente oscurecidas por la rotunda dimensión de "Rock Bottom".
Afortunadamente, Wyatt sabe que la nostalgia es un arma de doble filo y se obstina en no concederle ni un solo metro de ventaja. De una forma espaciada que lo distancia de los rigores del mercado y paralelamente a reediciones de algunos de sus añejos trabajos o de compilaciones de diverso contenido, sus últimos discos se han encargado de aplicar una ascendente curva hasta situarse en la cúspide de su producción.
"Shleep" (1997) lo reivindicó por enésima vez cuando algunos lo creían perdido, evidenciando con creces la vigencia de su especial carácter. Por su parte, en "Cuckooland" (2003) aplicó la enésima vuelta de tuerca a un inconfundible universo creativo en continuo crecimiento.
Mike Oldfield , guitarra eléctrica en el tema nº 6, y sin confirmar, en la nº 2
Ripeo en MP3 a 320 kbps + carátulas
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